sábado, 19 de septiembre de 2015

Knocking on heaven´s door


El cielo. El reloj marca las 14:00. Suena el despertador. Se levanta Dios. “Que bien he dormido hoy”. Se rasca el culo. Va a la cocina. Ve a la Virgen. “¿Qué hay hoy para comer?”, pregunta Dios. “Lo que tú quieras, eres omnipotente, ¿recuerdas?”, contesta la Virgen. “Unos spaguetti estarían bien”, afirma Dios. “Oído cocina”, respondía la Virgen mientras despedía a Dios.

Para hacer tiempo, Dios, miró su móvil, 747816487 llamadas perdidas. Tampoco se sorprendió el omnipotente. El móvil sonó y, Dios, tras vacilar un poco, finalmente se decidió a contestar:

Dios: Diga
Niño: Hola soy Carlos.
Dios: (percatándose de que la voz tenía que ser de un niño) ¿Qué es esta vez? ¿Tus padres han tenido un accidente de coche y quieres que los salve? ¿Estás enfermo en tu cama de hospital y quieres que te cure? Venga niño, tengo hambre, lo que pidas, que sea pronto y obraré el milagro.
Niño: Sólo quiero hacerte unas preguntitas.
Dios: (aparta el móvil de su boca y comienza a soltar en bajito una serie de tacos en latín) Bueno, dime, niño.
Niño: ¿Por qué permites que haya guerras entre países?
Dios: ¿Qué dices?
Niño: ¿Por qué dejas que exista el calentamiento global y efecto invernadero?
Dios: Vamos a ver, chico…
Niño: ¿Por qué has permitido que miles de personas sean fusiladas?
Dios: Puto niño.
Niño: ¿Por qué la gente se odia? ¿Por qué discuten? ¿Por qué las personas escupen al negro de la esquina? ¿Por qué hay personas que para comer rebuscan en la basura? ¿Por qué en África mueren de hambre?
Dios: (cansado de las preguntas del crío y dirigiéndose a la parienta) ¿¡Están ya los spaguetti!?
Niño: (después de seguir con una innumerable serie de preguntas) ¿Por qué no me respondes Dios?
Dios: (suspirando) Tu problema, Carlos, es que estás equivocado, siempre dices “tú permites” o “dejas que exista”, pero en absoluto soy yo el causante de todos esos males.
Niño: Pues el cura del pueblo, Hermenegildo, decía que era Dios el que lo decidía todo, que Él era el causante del mal y del bien.
Dios: ¿Cómo? Menuda soplapollez. A ese mañana le regalo un VIH… Esa estúpida doctrina del cristianismo, ¡vaya manera de manipular mi legado!
Niño: Entonces, ¿quién es el causante de todos los males?
Dios: (por primera vez, contento de contestar) El hombre.
Niño: ¿El hombre?
Dios: Sí, el hombre. Él es el causante de las guerras, del calentamiento global, del efecto invernadero, del odio, del hambre, de la corrupción, de millones de muertes… Yo les otorgué la vida, les di un mundo perfecto. Maldita sea, ¡no les faltaba de nada! Pero entonces, el hombre se erigió como dueño indiscutible de un mundo que no les pertenecía. Despreciaron al resto de seres vivos. Y, una vez ello, solo era cuestión de tiempo que comenzaran a despreciar a los de su misma especie. Así fue, se perdieron los valores. Se pasó del estado de supervivencia al estado de gula. Desde entonces todo fue miseria y hambre de poder.
Niño: Pero, ¿por qué?
Dios: Todo fruto de la estúpida manía de los hombres de buscar líderes que les guíen. Los que crearon los Reyes, los que crearon los dictadores y (suspirando, esta vez de una forma distinta a la anterior y tras una breve pausa) los que me crearon a mí. Espero impaciente el día en que los hombres decidan por sí mismos, que nadie decida sobre ellos. Que sean los propios dueños de su destino sin necesidad de torcer el de los demás.
Niño: Entonces, mi padre, que nunca le ha hecho daño a nadie, ¿también es responsable de esos crímenes?
Dios: Supongo que todos los que permiten las injusticias son cómplices de ellas.
Niño: Pero, un solo hombre no puede cambiar el mundo, es imposible.
Dios: ¿Imposible? ¿Por qué iba a serlo? Yo lo hice.

La Virgen llamó a Dios, ya estaban listos los spaguetti. Colgó el móvil, Carlos ya no pudo hablar más con él. No obstante, eso ya daba igual, pues Carlos ya sabía lo que quería ser de mayor.

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