martes, 28 de junio de 2016

Visiones perplejas

Simplemente estás ante una reflexión personal, no ante un intento hipócrita de dar pena. Te aviso de que si intuyes lo contrario puedes masturbarte en lugar de perder tiempo de tu vida en leer lo que viene a continuación. Aunque no lo parezca a simple vista, definitivamente puedo decir que he sobrepasado el límite de lo racional y la ambición me ha comido a mí mismo.

Hoy, día 28 de Junio de 2016, tras pasar dos días de las elecciones generales españolas donde el Partido Popular ha vuelto a llevarse la victoria, puedo decir que no me encuentro conforme. No es precisamente por el resultado político, con el que obviamente tampoco estoy de acuerdo (por detallar información), sino porque al levantarme he recordado lo duros y ambiguos que han sido mis últimos dos años, en los cuáles he sufrido problemas de diversas índoles. No me encuentro conforme con lo vivido en estos dos últimos años porque he estado “ciego”, sí. Al igual que los grandes líderes de los partidos políticos y de las diversas corrientes que pasan a lo largo de la historia, ha llegado el momento de recapacitar, pues cuando se sale de una mala racha es cuando se ve si realmente vales o no, y si en un futuro cercano sabrás qué es lo mejor para ti anteponiendo la razón al sentimiento.

El primero de dichos dos años estuvo caracterizado por el fracaso académico. Yo era alumno de nuevo ingreso en un grado de ciencias al que entraba con mucha ilusión y muchas expectativas. Entonces digamos que “estaba en las nubes”, todo era perfecto, estudiaría lo que me gustaba para trabajar en ello en un futuro y dedicar mi vida a la investigación en dicha rama. Pero no todo fue tan bonito como pensaba, pues conforme avanzaban los meses vi que no me sentía definido con dichos estudios. Uno puede pensar que es una tontería, que no pasa nada por equivocarte, que le pasa a mucha gente, que al siguiente año te cambias fácil a otra cosa y todo solucionado, pero no, no es exactamente así. Para empezar, yo soy de esas personas que no pueden tragarse y “vomitar” contenido si no sienten un interés mínimo por él, y también soy de los que no comprenden cómo otros dejan pasar su vida sin hacer nada, o simplemente condicionan sus elecciones a lo largo de su vida según lo que haga la mayoría, la llamada manada Ver cómo pasaban los días y no era capaz de estudiar lo necesario no era muy agradable, la verdad, pero lo peor no era eso, sino el ir a clase y sentir que no estabas, que hacías la misma función que una silla vacía, absolutamente nada, que en las prácticas registrabas las explicaciones del profesor porque sí, para simplemente no sentirte mal contigo mismo cuando sabías que lo mismo daba tomarlas que no debido a tu nulo interés. Tu generación avanzaba, tus amigos tenían dificultades pero finalmente se sacaban las asignaturas y terminaban más o menos contentos, llegaban las vacaciones de Navidad o Semana Santa y lo único que celebraba no era tener días libres para descansar, sino dejar de sentirme inútil por un tiempo yéndome con mis amigos a hacer algo, lo que fuese, no importaba el qué, y menos aún el dónde, pues con tener seguro que el cuándo fuese ahora me era suficiente.

La sensación de estancamiento que fui soportando día tras día, semana tras semana, mes tras mes, para nada fue intensa desde un principio. Digamos que fui sumando niveles conforme avanzaba el tiempo, pasando de una agradable introducción a un complicado desarrollo y a un arrollador final. El apoyo familiar y sentimental que tenía en esos momentos para mí era muy importantes. Aunque no consiguiesen quitarme las penas, la llegada del fin de semana era algo maravilloso. Además, en dicho año también me saqué el curso de árbitro de fútbol sala, el deporte al que siempre he jugado, y aunque parezca mentira para mí era una forma de completar mi tiempo libre, de desconectar en una rutina plagada  de insatisfacción, pues disfrutaba sabiendo lo que iba a conseguir (un trabajo en los fines de semana para sacar algo de dinero de este país de mierda donde mi padre se tiene que recorrer España para conseguir un trabajo pagado de aquella manera).

Terminó el fracasado año académico y me sentí liberado, más al conseguir aunque fuese con notas mediocres que no me quitasen la beca dada y poder pagarme el siguiente año de estudios (debido al cutre sistema becario actual que quiere justificar las altas tasas que hay que pagar en la universidad), el que he acabado recientemente. A partir de Marzo, tras un brote de desesperación frente a los continuos ánimos de mis abuelos en una cena familiar típica para seguir, tuve claro que debía salirme y comenzar mi carrera profesional en otra parte, investigando entonces tanto módulos superiores como grados universitarios uno a uno para no volver a caer en el mismo error. Que me gustase era lo principal, claro está, pero todos sabemos bien que lo económico prevalece sobre lo demás en una sociedad capitalista y que no podría soportar repetir la misma situación.

Llegó el verano y me esperaba lo mejor: volver a sentirme bien como lo fui al acabar selectividad. Pero no iba a ser tan fácil, pues en ese verano pude presenciar la ruptura de mi grupo cercano de amigos. Poco a poco fui viendo cómo un grupo de colegas formado por personas distintas pero complementarias se fue desintegrando, mayoritariamente por las críticas de un pequeño sector, además de por la falta de actividad y pasotismo de otro, el cual no tuvo en cuenta ni dio importancia a la situación durante una gran cantidad de tiempo. Entonces me planteé cómo solucionar lo que estaba pasando, intentándolo de cualquier modo pero inevitablemente viendo que todo iba a acabar mal. La solución por lo tanto fue aislarse y formar un grupo de menor número pero más unido. Acababa el verano y en su mayoría había sido otro fracaso más.

Por ese tiempo yo ya había entrado al grado que había considerado oportuno tras informarme bien de todo, con la ayuda de algunos conocidos. Había pasado por dos fracasos en dos ámbitos diferentes: el académico-profesional y el de la amistad. No obstante, me sentía recuperado porque todos sabemos que cuando algo cambia debe de ser para mejor. Entramos entonces en este último año, donde académicamente ha ido de lujo y donde he logrado forjar un buen grupo de amigos nuevos, o más bien dicho dos grupos de amigos (cada uno de su rollo pero igualmente efectivos y agradecidos). ¿Qué podría pasarme entonces? Si había logrado solucionar mis problemas anteriores, ¿ya nada podría darme un bajón tal y como experimenté tiempo atrás, no? No, no estaba en lo cierto. Cuando menos te lo esperas pierdes lo que más unido tenías en ese momento, y no me refiero a mi familia, que por supuesto es el pilar fundamental de mi vida y me alegro muchísimo de que esté estable y feliz, sino a la relación sentimental que había tenido hasta ese momento, comenzada justo cuando mi calidad de vida fue a peor. Con esto no quiero decir que con dicha persona estuviese peor, sino que dio la casualidad en el tiempo y debido a ello adquirió un plus de valor al ser un método de escape de mis malas sensaciones con el día a día. Otra vez en el mes de Marzo se había torcido mi vida.

Pese a todo, y como he mencionado al comienzo, aunque no lo parezca a simple vista, definitivamente puedo decir que he sobrepasado el límite de lo racional y la ambición me ha comido a mí mismo, me repito en el error. Esta es la frase con la que hoy me he levantado, pues creo que he conseguido saber qué es lo que me ha pasado. Todos los FRACASOS tienen algo en común, y no es más que la dificultad que he tenido para superarlos. Durante mucho tiempo he intentado encontrar la causa y razón de cada uno de ellos en la otra parte del problema, la que no depende de mí, la cual es imposible de solucionar por esto último. Este ha sido mi error, al igual que el error con el que he comenzado la reflexión del partido político ganador, y no es más que querer que los demás hagan lo que tú crees correcto, cuando por muy maduro o sabio que seas nunca conseguirás formular palabras ni llevar a cabo actos por parte de otra persona que no seas más que tú mismo.

Hoy puedo decir que basta ya, que ya me he cansado de perder el tiempo. Basta de llorar dos o tres veces a la semana por un sistema mal organizado donde los profesores de la universidad generalmente no tienen más ambición que la de dar su clase e irse rápidamente a la cantina a tomarse algo, contando los días que quedan para terminar el mes o que lleguen las vacaciones, menospreciando a sus alumnos y a la par su ilusión por aprender. Basta ya de darle tanta importancia al éxito académico numérico y a las universidades idolatradas donde si no pagas tu tasa y llevas vida universitaria te quedas atrás en el ritmo de vida al que estamos acostumbrados los jóvenes de hoy en día, lo popularmente conocido. Basta ya de intentar solucionar los problemas de otros, queriendo llegar a acuerdos con las espinas creadas para mantener una amistad grupal fuerte, viendo cómo al final todo se derrumba porque la base está mal construida no por la falta de material, sino porque otros se esmeran en destruirla mientras tú te arrastras para intentar salvar el edificio. Y por último basta ya, para terminar, de estar ciego, de ser tan bueno con los demás, con las llamadas “personas especiales” aunque no te lo demuestren del todo debido al dejarse llevar por lo que sientes que se traducen nada más que en torturas mentales diarias e impedimento del disfrute del presente. Por mi parte, insisto, intentaré formarme en lo que considere necesario y útil para mi vida, pasando de la ambición por ser algo en la vida al disfrute del día a día con lo que hago, y también haré (no intentaré esta vez) que quien tenga un mínimo interés por mí lo muestre con los detalles que marcan la diferencia, no refugiándome en esos falsos mitos que nos inculcan desde que somos pequeños.

Podría comparar esta situación fácilmente con la actual democracia española, donde solamente el título, la fachada, nos hace creer que es perfecta, que todo lo que se lleva a cabo está bien hecho porque tiene una bonita portada y una caligrafía estupenda. Pero no, no es así, ya que se sabe si las cosas son buenas y merece la pena luchar por ellas cuando las conoces desde dentro, tanto en cualquier sistema como en cualquier persona. Esa es la lección, la moraleja que he sacado en estos dos años que potencialmente me han cambiado, espero que a mejor. Ahora toca disfrutar del camino a nuevas ilusiones, nuevos objetivos y nuevas metas, pero con las experiencias anteriores bien aprendidas para no fracasar otra vez y conseguir lo que más me ha fallado hasta ahora y hubo un tiempo que perdí, la seguridad en mí mismo, eje de todo lo que hago.


Como conclusión, quiero dedicar la reflexión que he hecho a una amplia variedad de personas que pese a lo que me ha ido ocurriendo me han demostrado que merecen la pena tanto con palabras como con actos, pasando de un segundo plano a un primer plano, y también manifiesto mi descontento con aquellas que han ido de manera inversa. Cualquier conocido que lea esto sabrá qué lugar ocupa. Hago especial mención al lugar que ocupa mi gran amigo José Antonio Manda. No solo tú me has dado razones para confiar en alguien, pero sí eres el único que ha logrado comprenderme, apoyarme y ayudarme en la medida en la que has podido en los diferentes episodios que me han ido ocurriendo a lo largo de mi vida desde que nos conocemos. Te deseo lo mejor en tu vida, aquí estoy tanto para las buenas como para las malas.