jueves, 2 de marzo de 2017

El aprendizaje de los valores a través del deporte: ideología y realidad.

Para empezar, nos tenemos que plantear si el deporte realmente incentiva al aprendizaje de los valores que tantas veces mencionamos. Dichos valores pueden ser sociales: respeto, cooperación, relación social, amistad, competitividad, trabajo en equipo, participación de todos, expresión de sentimientos, convivencia, lucha por la igualdad, responsabilidad social, justicia, preocupación por los demás, compañerismo, etc. El deporte también tiene valores personales: habilidad (física y mental), creatividad, diversión, reto personal, autodisciplina, autoconocimiento, mantenimiento o mejora de la salud, autoexpresión, logro (éxito, triunfo), autorrealización, recompensas, reconocimiento, aventura y riesgo, imparcialidad, deportividad y juego limpio, espíritu de sacrificio, participación lúdica, perseverancia, humildad, autodominio, obediencia, etc. Toda esta cantidad de valores que pueden trabajarse en la práctica deportiva, no obstante, no siempre han sido plasmados en los deportistas a lo largo de la historia que conocemos en nuestros días, o han querido ser plasmados pero de una forma muy diferente a como los conocemos actualmente.

Se dice que el deporte desarrolla el carácter, es una escuela natural de moralidad. Dicha escuela está impregnada en el tuétano de la sociedad porque desde los clásicos, entre los cuales incluimos al filósofo Platón, se ha incluido el deporte dentro del marco social de cualquier civilización. En concreto, para Platón educación y deporte van íntimamente relacionados. El concepto de deportividad se ve entonces como un plus moral, pero… ¿Esto es así o es una cuestión ideológica? En el ámbito universitario tenemos que plantearnos si el deporte cumple las expectativas planteadas o realmente nos hemos estado equivocando a lo largo de toda la historia. Se ha conformado esta ideología, y tenemos que ver si se compadece con la realidad o no. Hay 3 hechos históricos relacionados con este tema, los cuales son el deporte griego, el sport inglés y el neo-marxismo.

Para el deporte griego de la Antigua Grecia hay un ideal del deporte y de la educación, llamado Areté (simbolizando la excelencia). El Areté es un concepto crucial que tiene una función religiosa y forma parte de la cultura, de la competición deportiva, tiene que ver con la victoria, las escasas reglas, los valores de una persona, los valores sociales, el ser valiente y noble si realizas deporte. También muestra belleza, capacidad, sabiduría… Sin embargo, todas estas virtudes eran solo para los aristócratas, habiendo por lo tanto una desigualdad social muy notoria, pues no se consideraba que los habitantes del pueblo raso pudiesen practicar algún deporte ni como fin lúdico ni como fin competitivo.

En cuanto al sport inglés, desarrollado en Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX, se caracteriza por el hándicap, el amateurismo, los récords, la negación de lo popular y el Fair-Play. El hándicap es la resistencia impuesta por la naturaleza para una actividad, la inercia errada que iguala las posibilidades, la desventaja impuesta por el deterioro del uso. El amateurismo se refiere a que no pueden participar en los deportes jugadores profesionales que se dediquen exclusivamente a un deporte concreto. Por lo tanto, como solo disponían de medios los aristócratas, el deporte es cosa de caballeros, no de clases populares, y hay una gran desigualdad social teniendo las mimas condiciones del antiguo deporte griego. Se empiezan a registrar los primeros récords en las distintas modalidades deportivas, los cuales se irían superando conforme avanzasen los años y mejorasen los deportistas. Por último tenemos el Fair-Play, cuyo significado es juego limpio. Se entiende por inercia que los caballeros no hacen trampas porque son profesionales con valores y que las clases populares no cumplirían estos requisitos y por lo tanto no merecen participar. Los dos elementos que caracterizan al deporte inglés por encima de todos los demás son el juego limpio como valor y la práctica deportiva por mero placer. Hay un reconocimiento y respeto a las reglas de juego, una relación correcta con el adversario, un mantenimiento de la igualdad de oportunidades más allá de las normas (característica claramente sobre el papel, pues todo el mundo no podía llevar a cabo una práctica deportiva), un rechazo de la victoria a cualquier precio como la que tenemos en nuestros días y podemos ver en cualquier equipo de base, una actitud digna tanto en la victoria como en la derrota, y un compromiso real con la actividad y los compañeros. FAIR PLAY. Pero no todo es tan positivo, pues niegan lo popular: hay recreaciones crueles como lo son la matanza de animales, la violencia en el fútbol predeportivo, etc. También tenemos la ya mencionada difícil distinción entre amateur y profesional, la cual hasta los JJOO de Barcelona 1992 no se soluciona, negándose lo popular. Tenemos un ejemplo de la época: John  Brendan Kelly, también conocido como Jack Kelly, albañil de profesión y campeón olímpico de remo. Fue uno de los remeros estadounidenses más exitosos en la historia del deporte de remo. Fue triple ganador de la medalla de oro olímpica, el primero en hacerlo en el deporte de remo. Su padre, John Henry Kelly, también era un gran deportista en la misma modalidad.

A lo largo del siglo XIX existe una evolución en el concepto del deportista amateur: en 1866 se define como amateur a aquella persona que nunca ha participado en una competición pública. En 1867 tampoco se considera como amateur, además de a lo mencionado anteriormente, a cualquier persona que se dedicara a ser mecánico, artesano, ganadero, o cualquier trabajo de índole similar. Un año después, en 1868, se define al amateur como el caballero… Evidentemente en las 3 definiciones dadas se excluye a la clase popular.

Llegamos al tercer punto histórico relacionado con el hecho de la deportividad, el neo-marxismo de mitad del siglo XX. El neo-marxismo, en relación con el pensamiento marxista, se remonta a los primeros escritos de Karl Marx anteriores a la influencia de Engels, rechazando el determinismo económico percibido de Marx en los escritos posteriores prefiriendo hacer hincapié en aspectos psicológicos, sociológicos y culturales. Para este movimiento el deporte es un producto del capitalismo, los clubes son los patronos y los deportistas profesionales corresponden a los obreros. Esto genera la misma historia de las empresas, pues los deportistas son nuevos trabajadores. Se ideologiza el asunto del deporte como antes se había hecho desde otra perspectivas como el deporte griego y el sport inglés.

Por lo tanto, tras estos hechos se dan diversas afirmaciones sociales dominantes: que la práctica del deporte por sí misma no desarrolla valores, que dicha práctica por el contrario genera antivalores, que la deportividad en un sentido u otro se transfiere de modo automático a otros contextos, etc. ¿Es todo esto verdad? Podemos ver en un partido de fútbol de alevines (10-11 años), por nombrar un ejemplo, cómo el padre de uno de los jugadores le dice a su hijo que le ponga el codo en el cuello al rival para que este no pueda saltar. ¿Qué deportividad reside en ese acto? Tenemos medidas de contraste de las hipótesis mencionadas: por un lado se quiere dar un razonamiento moral, dar ejemplo con el Fair-Play, el autocontrol… Pero por otro vemos la cara oscura, la agresividad.

Para investigar si la práctica deportiva contribuye al aprendizaje de valores, la estrategia más utilizada es: comparar deportistas y no deportistas y ver si hay diferencias significativas entre ellos, observando el impacto de los niveles de implicación personal en los valores de la deportividad del deportista con respecto al no deportista. Si se confirmaran las hipótesis los deportistas tendrían un desarrollo moral mucho mayor que los no deportistas, el cual a mayor implicación en la cantidad de horas de práctica deportiva (no de educación física) tendrían mayor desarrollo moral. Estas dos hipótesis rechinan, obviamente esto no es así, nosotros no mejoramos moralmente por el mero hecho de salir a correr, jugar un partido o ir al gimnasio. Por ejemplo: efectuados los contrastes entre jugadores universitarios de baloncesto y sus homólogos no deportistas, se vio cómo los primeros realizaban razonamientos morales menos maduros que los segundos. Otro ejemplo lo tenemos en participantes de este experimento que practican deportes de contacto alto, tanto hombres como mujeres, los cuales tampoco por dicha práctica desarrollan mejoras en su moralidad. Sacamos así las primeras conclusiones: la práctica del deporte tal como se realiza en la actualidad no desarrolla valores. En determinadas circunstancias los resultados pueden ser los contrarios.

Surge una nueva pregunta de investigación: ¿Por qué los deportes de medio y alto contacto inciden de manera tan negativa sobre determinados valores y actitudes de los deportistas? Las nuevas hipótesis que intentan darle solución a esta pregunta dicen que es por consecuencia de la lógica interna de los deportes (interacción física con el adversario en deportes como la lucha, el fútbol, el balonmano, donde el contacto físico es muy elevado). También dicen que es por un resultado del contexto social, educativo y cultural en que se desarrollan estos deportes. Los resultados de estas hipótesis concluyen lo siguiente: lo que verdaderamente predice los comportamientos desadaptativos es la variable contexto, el medio en el que se ponen en práctica los deportes de contacto (resultados categóricos), las personas que juegan un papel importante en el deporte de manera externa. No es la estructura del deporte, sino el contexto. Las evidencias de este son: el clima estructurado por el entrenador, responsable máximo del juego y la actitud desarrollados por sus jugadores, los compañeros de juego, los padres, los espectadores, y los medios de comunicación social. Todos cobran gran importancia a la hora del buen o mal aprendizaje de valores, pero concretamente el papel de los padres y de los medios de comunicación es esencial, pues son un factor diario que incide mucho en la futura conducta de los jugadores en el campo de juego. Diariamente vemos cómo los padres dan mal ejemplo desde las gradas por su afán de que sus hijos lleguen a ser en un deporte lo que ellos nunca consiguieron, y también en la televisión, la radio y los periódicos vemos y escuchamos cómo los medios no se centran en lo más bonito e importante del deporte, sus valores, sino en las peleas, las discusiones, los contratos de los jugadores, las camisetas, etc.

¿Tienen los entrenadores que hacerse responsables de la conducta de sus jugadores? Claramente sí, es un deber que deben de llevar a cabo. ¿Se podría manipular el contexto, no sólo para eliminar las actitudes inadecuadas sino incluso para utilizar el deporte como elemento educativo? Sí, con un desarrollo de habilidades para la vida, con el deporte para la paz, con educación socio-moral, con el desarrollo de la responsabilidad personal y social, y con el deporte para educar en valores. Todas estas respuestas son posibles programas de intervención para mejorar los comportamientos éticos.

La mera práctica no genera valores. Es la intervención sistemática, voluntariosa, extraordinariamente dirigida, la que genera esos valores educativos. ¿Cómo debe de estar guiada esta intervención pedagógica? Debe de haber formación y compromiso del profesor y entrenador en el desarrollo de valores, establecer metas a las que dirigirnos, asumir las metas establecidas (tener una programación de valores porque voy a trabajar con mis alumnos para conseguir el aprendizaje de dichos valores), tener calidad en las relaciones personales, y desarrollar actividades, planes y estrategias. El deporte supone una relación personal cálida entre profesor/entrenador/monitor y alumno/jugador, pues si no tenemos alguien que nos dé ejemplo no podremos perfeccionar nuestra moral y conducta por nuestro propio camino. Más principios pedagógicos para saber cómo debe de estar guiada la intervención pedagógica son aprender a través de la práctica, hacer una reflexión y puesta en común al final de las clases o entrenamientos, que haya una transferencia a otras situaciones diferentes, y evaluar todo el proceso. Por eso las clases de educación física deben incorporar una parte final que cultive valores deportivos, evaluando el proceso. “No hay que vender humo”.

Llegamos así a las siguientes conclusiones:

- La mera práctica del deporte no desarrolla valores.
- La práctica deportiva en la actualidad se asocia a tendencias agresivas.
- Es preciso establecer políticas educativas que enseñen a practicar y consumir deporte.
- El profesor o entrenador es un elemento esencial en este proceso.

Desarrolla deporte no quien lo aprovecha como contexto para mostrar tendencias políticas, proyectos económicos o ideologías, sino quien sabe apreciar la técnica de un jugador, la táctica de un equipo, el modelo de entrenamiento de un entrenador, el juego limpio entre dos o más rivales, e infinitos aspectos más que hasta ahora no hemos sabido apreciar totalmente y por los cuales merece la pena luchar, enseñando a todas las personas, pero sobre todo a los niños y niñas, qué es lo realmente importante del deporte, dejando atrás la típica respuesta de muchos niños cuando se les pregunta qué quieren ser de mayor: “Yo quiero ser futbolista para ganar mucho dinero y no tener que estudiar”.




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