jueves, 2 de marzo de 2017

LA FALTA DE FE, EL MIEDO A LOS DESAFÍOS

No es sencillo determinar a ciencia cierta los cánones de la creación y poder responder a la misma vez aquellas preguntas que todos nos hacemos desde que somos pequeños y elaboramos un uso de la razón: ¿Quién nos creó originariamente?, ¿Por qué soy como soy?, y, sobre todo, ¿Está bien estimado y desarrollado lo que hemos hecho hasta ahora? ¿Cómo pensaremos, seremos, y actuaremos en el futuro?

Pues bien, dejando la gran incertidumbre del alma filosófica que todos deberíamos tener, a raíz de todas estas preguntas, desde tiempos inmemoriales, la raza humana ha querido siempre dar respuestas definitivas, creando con ello a seres superiores a nosotros con poderes sobrenaturales e inexplicables al mismo tiempo. Son los llamados “dioses”. Podemos sacar ejemplos de cualquier civilización tanto antigua como actual: desde la gran cantidad de creadores en los que creían los egipcios, pasando por el gran dios cristiano predominante en la cultura occidental y llegando a la amada naturaleza de Buda. En lo que coinciden todas las religiones es en el ímpetu y la necesidad de saber, el cual hizo que buscásemos subyugar respuestas.

Si pensamos objetivamente la finalidad, “subjetiva” en el método utilizado, de las religiones, siempre ha sido en un principio ni más ni menos que la de mejorar nuestra vida sintiéndonos realizados con lo que pensamos y expresamos, pero nunca se desarrolló de esa forma. Una gran cantidad de guerras, discusiones y demás situaciones aterradoras nos siguen perturbando en pleno siglo XXI. No nos conformamos con las Cruzadas entre los siglos XI y XII, con las guerras santas francesas del siglo XVI, ni tan siquiera con la gran Guerra de los Treinta Años del siglo XVII entre cristianos y protestantes. Aún hoy somos testigos de grandes estafas y engaños a causa del concepto de religión, que nada tienen que ver con esta realmente. Ejemplos son las sectas que sacaron en su momento un bono para molestar, porque no se puede decir de otra forma, a personas que podríamos decir que “ya eligieron su equipo”, pasando de la tolerancia a la falta de respeto cuando el insistir se convierte en obsesión. También podríamos mencionar las cartas de indulto para que te perdone dios, con fines económicos o sociales, tan populares antiguamente, o el preocupante problema actual del yihadismo.

Y es que actualmente en nuestro televisor podemos ver atrocidades de todos los tipos a causa de la creencia en un “estilo de vida” totalmente inventado y para nada racional, sobre todo en Medio Oriente, donde a los niños se les usa de armamento militar, las ideas intelectuales adquieren un valor nulo en las mentes de las personas, y a las mujeres se les puede apedrear fácilmente por un grupo de machotes que intentan demostrar poderío del sexo varonil (sí, hablo de la lapidación, puesto que en el Islam una mujer no se puede divorciar de su marido ya que supuestamente al casarse pasa a ser de su propiedad, así, como si de un animal de compañía se tratase… ¡Y ten valor a contradecir a Alá!).

Pero no nos vayamos del tema. Para llegar a estas situaciones hemos tenido que pasar por un largo camino, o por muchos caminos, como se quiera ver. Con toda la convicción del mundo y dando toda mi “fe” (nótese la ironía), es evidente que la gran finalidad de la creencia se vio obstaculizada por las instituciones referenciales a susodicha. Mucha es la gente que dice que los escritos antiguos como la Biblia o el Corán son inventos que se hicieron para ensalzar a los dioses y meternos en la cabeza una mentira muy bien ejecutada, la GRAN estafa de la vida. Yo no puedo decirte si es verdad o no que ocurrió lo que dicen los escritos, pero sí puedo establecer que el foco problemático de la religión no viene de ellos, puesto que no son más que palabras. El foco real del desastre es la “falsa religión” que se ha creado a partir de todo lo contado hasta ahora. Infinito es el número de almas que entregan su uso de razón a la creencia y se desvinculan del propósito verdadero, el mejorar y avanzar, y no el sustituir tu capacidad de reflexión por unas pautas que nunca pensaste (ojo, que, como persona, tengo mis creencias, y puedo asegurar que no estoy siendo ni voy a ser parcial pese a la relatividad del asunto).

Es impensable el abandono a nuestra suerte al que hemos llegado a través de las instituciones y las reglas religiosas que nos hemos implantado a nosotros mismos con el propósito de sentirnos satisfechos, porque aunque nos las hayan implantado otros, no hemos hecho nada para evitarlo y la culpa por lo tanto es nuestra. Queramos o no, tenemos que convivir con gente que cree diferente a otra gente, y así sucesivamente. No obstante, atribuimos nuestros fallos y nuestras penumbras a las divinidades, porque, si no, ¿Por qué dios nos deja que suframos por él?, ¿Por qué no proclama la paz mundial y consigue que todos seamos felices y se acaben las guerras?

¡Clarísimamente porque él no las originó, y no tiene el deber de solucionarlas! El ser humano ha querido echarle la culpa a un concepto abstracto, el cual no es posible demostrar científicamente, de todos los problemas que ha tenido (al igual que de los logros), limpiándose las manos tan sucias que siempre ha tenido. Efectivamente nosotros somos la causa y consecuencia de todo el mal que nos rodea. Esperamos que las cosas mejoren creyendo ciegamente en algo pero sin hacer nada al respecto, y si no nos complace queremos pensar que no ha sido debido a nuestra inmadurez como espíritus, sino que la culpa de todo la tiene “el de arriba”. ¡Y una mierda! Con perdón de la expresión, las instituciones no reflejan ni han reflejado nunca la capacidad que podemos llegar a tener de mostrar una fe que nos ayude en nuestra vida. Nos han impedido avanzar, pues para ellas no existe la fe en uno mismo.

Estas mencionadas instituciones que quieren reunirnos en comunidades religiosas están controladas, llevadas y ligadas a otras y por otras personas e instituciones que no tienen nada que ver con la religión propiamente dicha, que pueden tener otros fines ocultos para nada morales. ¿Por qué no podemos ser críticos frente a ellas?, ¿Es que tan solo agnósticos, ateos, o contrariados a dicha institución pueden ponerse en contra? Dichos establecimientos tienen como portavoces personas influidas por intereses externos, y el fallo que tenemos es atribuir los errores a, como antes he mencionado, la religión como concepto, olvidándonos de lo material, de que nunca el fin de ella fue lo que nos quieren hacer ver. El mundo pudo haber mejorado a grandes zancadas a través de la religión, pero el disfraz con el que los delincuentes de la historia nos han estado engañando han cambiado la esencia de la palabra y han hecho que le tengamos odio, o lo que es peor, miedo.

Con todo esto no quiero decir que no hayan representantes de instituciones como, por ejemplo, de la Iglesia en el cristianismo, que hagan perfectamente sus funciones y no perjudiquen en absoluto a su funcionamiento. Es más, que lo mejoren. O obispos honestos, para dar más ejemplos.

Solo quiero que abramos los ojos y no nos dejemos llevar por la corriente populista tan común en nuestros días de ser un alterador del orden, que hace que nos olvidemos de dar nuestra opinión de una forma concisa y respetable, pues este problema se puede traspasar a muchos otros que nos asolan en el día a día. Ojalá llegue el momento en el que no se mezcle el significado verdadero que siempre pudo tener la religión con el que le dieron con los años, el día en el que una persona pueda decir que cree en sus posibilidades y en su visión del mundo para mejorar su situación y vivir en armonía, sin entrar en contradicción con algún forofo adicto a malinterpretar libros sagrados, el día en el que poseamos una razón libre sin obstáculos provenientes de payasos que se hacen pasar por portavoces de un estilo de vida, que quieren inculcarnos unas determinadas pautas. Cuando llegue ese momento, quizá miremos atrás y veamos cuántos pasos en vano dimos en nombre del clero, dejando así de retroceder y comenzando a ir de nuevo al frente sin tener que esperar una carta de indulto por tropezar con las circunstancias que se nos muestra a lo largo de la vida.

El problema, señores, radica de cómo hemos interpretado el significado de la religión, pensando que lo que nos muestra un edificio, una persona, o un conjunto de ellas es lo que quiere decir en sí esa creencia.

¿A quién no le gustaría dejar de ver símbolos santos en las armas, o lo que es mejor, dejar de escuchar atrocidades en nombre del señor?


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